El dolor es la causa de consulta médica más frecuente. Su persistencia conlleva a alteraciones en la salud mental y en la calidad de vida, altera necesariamente el accionar cotidiano llegando inclusive a acaparar totalmente la atención del afectado. Cuando se puede identificar y corregir la causa fundamental del dolor, su manejo con un tratamiento que logre interrumpir sus señales hace que el alivio se obtenga de manera fácil y segura. Desafortunadamente, esto solo se logra en la menor parte de los casos. En la mayoría persiste y sus causas no logran identificarse y los numerosos intentos por bloquear la señal dolorosa por medio de medicamentos o inclusive por procedimientos quirúrgicos no proporcionan alivio a largo plazo. Aun así, el cuerpo posee una capacidad curativa natural, que, en muchos casos, llega a su rehabilitación. Sin embargo, en ocasiones también fallan estos sistemas internos de ajuste y reparación ocasionando que el dolor se vuelva crónico.
El sistema músculo esquelético es el primer medio de expresión del dolor. La persona que tiene dolor afecta su postura, su semblante, su ánimo y esto afecta sus músculos en algún grado, ocasionando contracturas, espasmos y fatiga. El tratamiento del dolor debe entonces ser amplio y se debe entender a la persona con dolor como un todo y no como una alteración de un segmento o de una articulación. Su manejo entonces, debe ir más allá del diagnóstico estructural y el tratamiento farmacológico. Se debe restablecer tanto las funciones fisiológicas como las psicológicas con múltiples formas de intervención que van desde la manipulación, los estiramientos, el fortalecimiento, el reentrenamiento postural hasta motivar y guiar a la persona para que mejore su forma física general, que aprenda técnicas de relajación, que identifique factores desencadenantes y que vea de otra forma su dolencia para que logre manejarla y propicie su recuperación completa y la mejora en su calidad de vida.