Todos los órganos y tejidos de nuestro cuerpo están inervados por neuronas que controlan su funcionamiento de forma autónoma, es decir, sin que tengamos conciencia de que esto está ocurriendo, por ejemplo: nuestro corazón late sin parar en todo momento. Lo denominamos el sistema nervioso autónomo. Tiene 2 ramas principales denominadas el sistema simpático y el sistema parasimpático. En general, el sistema simpático tiene funciones opuestas al parasimpático y el correcto funcionamiento de un órgano depende de la interacción permanente y armónica entre estos 2 sistemas. Por ejemplo, cuando uno realiza ejercicio, los dos sistemas se activan y sincronizan todo el organismo haciendo que el corazón lata más rápido o más despacio según las necesidades que le estemos demandando. Una persona entrenada entonces, tiene un sistema nervioso autónomo entrenado, que sincroniza de forma armónica la mente, los sentimientos, las hormonas, los neurotransmisores, el corazón, el pulmón, los vasos sanguíneos, los músculos, haciendo que trabajen en conjunto, unidos por un propósito, que en este caso es un rendimiento físico, un acto motor. Es como un director de orquesta que ayuda a los diferentes intérpretes a dar inicio, a mantener el tiempo, el ritmo de una pieza musical y el sentimiento para que su ejecución sea lo más coordinada posible y transmita los sentimientos esperados.